En la oficina casi vacía y silenciosa.
pienso en ti todo el día,
recordando el día que me regalaste una rosa,
roja, perfecta y hermosa
y prometiste que me amarías todos los días.
Emocionado veo mi celular al sonar,
veo tu nombre, ya no puedo ni hablar
y mi corazón suena como tambores al redoblar
tan fuerte que no me dejan ni soñar.
Ya no me importa soñar, si con abrir
los ojos y verte en la mañana a mi lado
supera en mi vida a todo lo soñado
ahora la realidad que ya no es pasado
es estar a tu lado hasta juntos morir.
Fácil no es de ti despedirme
escribir para ti tampoco
pero escribo como un loco
que anda enamorado en la vida
cantando de amor por la subida
una melodía que tu podrás pedirme.

Mere.
2 comentarios:
Me gustan las galletas de coco. Sobre todo me gustan cuando voy en un bus.
Aún recuerdo un año al terminar la marcha gay acá en Lima, conocí a un señor ya mayor, bueno la verdad no parecía tanto.
Conversamos un buen rato, no sé si hubo algo más. Creo que sí, algún beso casi escondido, alguna caricia y sobre todo una bonita complicidad que nos envolvió en un bello silencio.
A lo que iba pues, a partir de ese día empezaron a gustarme las galletas de coco sobre todo cuando viajo en bus.
Y es que aquel señor me acompaño hasta el carro y ya estaba yo montado en él cuando veo que se acerca al cristal de la ventana, me llama, me acerco a la puerta y entonces, sin decir palabra alguna, me regala un paquete de galletas de coco.
Sí desde entonces me gustan las galletas de coco. Sobre todo cuando voy en el carro.
Bueno y qué tiene que ver todo esto con Sabina ?
Je,je,je
Esto lo sentiste tú pero y yo. ¿Yo qué sentí?
Después de despedirme de ti sentí hambre. Un hambre que venía de tiempos incontables. De atrás y de más atrás y de mucho más tiempo atrás.
Justo enfrente un kiosko.
- Señora un paquete de galletas, que sean de coco por favor.
Siempre habian sido mis preferidas.
Iba a destaparlas cuando, sin saber por qué, miré hacia el lugar donde te había dejado y ya no estabas. Y también sin saber por qué encaminé mis pasos hacia el carro que había enfrente de donde estabás tú. Llegué, miré por el cristal y te vi.
Lo siguiente ya lo sabes. Te di mis galletas.
Y qué pasó con mi hambre ?
Esa hambre heredada, ancestral, crónica. Esa hambre acostumbrada a mendigar para poder medianamente satisfacerse, más nunca la mendicidad da regocijo al hambriento, nunca, por grande que sea el ofrecimiento.
Y sin embargo te di mi paquete de galletas.
¿ Me quedé con mi hambre ?
Nooo, no me quedé con mi hambre. Por primera vez tuve la sensación, honda, profunda, sincera que aquello no había sido mendicidad, mi hambre inmemorial habia sido satisfecha y mi alma se sintió a gusto, tranquila, en paz.
Eso sentí yo amigo.
Y me alegro pues que ahora a ti también te gusten las galletas de coco.
jajaja. Sigo sin entender que tiene esto que ver con Sabina, pero buenooooo...
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